La humildad sienta bien.
Según la Real Academia de la Lengua Española, la humildad es la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
En terapia, o cuando queremos superar una situación o una vivencia interna de malestar, es imprescindible tener algo de humildad, un momento de lucidez que nos ayude a ver la realidad de nuestra situación. Sin tapujos, sin miedos ni prejuicios.
Poder reconocer que algo no anda bien en nuestra vida.
Dejar de intentar las mismas soluciones y probar otras nuevas.
Pedir ayuda y aceptar la ayuda que se nos ofrece. (A veces nuestra soberbia nos lleva a desvalorizar lo que más necesitamos)
No es fácil reconocer nuestra fragilidad, ni que lo que creíamos verdades absolutas o soluciones perfectas ahora ya no tienen sentido, solo fueron verdad en el pasado cuando todo funcionaba. Muchas de nuestras creencias más arraigadas acerca de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos rodea, se tambalean en los periodos de crisis. Por más que lo intentemos nuestro presente no encaja en ellas. Lo que nos está pasando, sea lo que sea, nos tiene sufriendo y nuestra manera de estar en el mundo ya no nos sostiene.
Se requiere valor para asumir que nuestra manera de ver la vida no nos funciona. Este valor nos lo da la humildad.
Es algo simple, una sensación ligera, como de quitarte un peso enorme de encima.
La humildad nos permite ver el escenario completo, los cimientos tambaleándose y a nosotros mismos obcecados en seguir construyendo sobre esos cimientos. Nos permite ir a la base. Nos permite observar desde nuestro centro. Desde ahí podemos replantearnos el proyecto, no hace falta tirarlo abajo, o quizás sí y empezar de cero, en cualquier caso, y paradójicamente, cuando nos hacemos conscientes de nuestros límites y debilidades se amplía nuestra visión y, por tanto, aumentan nuestras posibilidades reales de recuperar el bienestar. O dicho en las palabras del Maestro Shifu (el maestro de Kung Fu Panda)
Si haces únicamente lo que puedes hacer, entonces serás más de lo que eres ahora.
– Maestro Shifu
Por ejemplo, hay una creencia popular que dice que la depresión y esas tonterías se quitan con un pico y una pala, es decir, currando. Y no le quito razón, mientras funciona, pero ¿qué pasa cuando por más que trabajas y te esfuerzas no se te pasan las tonterías? pues que acabas de dar con un límite, el poder curativo del trabajo duro tiene un límite y ya no encuentras la fortaleza que te daba, acabas de encontrarte con tu debilidad.
Otro ejemplo, las personas que siempre están alegres, personas con capacidad de tomarse los problemas con filosofía y tirar pa´alante con lo que sea años y años, personas en las que se apoyan sus amigos y familiares porque saben que van a encontrar una sonrisa, una palabra de aliento, un ofrecimiento de ayuda. El día que estas personas se quiebran lo pasan fatal y no las culpo, porque no se reconocen, porque no tenían ni idea lo que era estar desganadas, negativas, inseguras. «Esta no soy yo» dicen entre lágrimas, como avergonzándose de llorar, mucha gente en consulta pide perdón por llorar. Se han dado de bruces con sus límites, su capacidad de tirar pa´alante de la manera en que lo hacían ya no funciona. Y además no saben estar de otra manera que no sea alegres y positivas y con fuerza, no saben estar débiles.
En las parejas se puede observar esto también, cuando la relación está muriendo, qué difícil y qué duro es asumirlo, decir «hasta aquí». Sobre todo si hemos creído en ellas, relaciones en las que hay proyecto de futuro, hay un pasado con su historia de amor y sus dificultades y superaciones. Y no queremos romper con ese pasado ni con ese futuro, pero en el presente no somos felices. En el presente la relación no nos nutre, nos está haciendo daño, nos apagamos. Qué difícil afrontarlo, reconocer nuestro límite, no puedo más, no quiero más. Y reconocer nuestra debilidad, nuestra rabia, nuestro miedo a equivocarnos, a quedarnos solos, a ser juzgados por la sociedad.
En todos estos casos podemos seguir insistiendo, más pico y pala, más fuerza y sonrisa, más carne en el asador. Podemos aferrarnos a nuestras ideas y seguir hasta reventar o hasta apagarnos y convertirnos en la sombra de lo que somos, o podemos parar, respirar, tomar un poco de distancia, observar y ser honestos con nosotros mismos: algo no funciona.
La humildad, como concepto moral, como se entiende en la calle, tiene que ver con no mostrarse soberbio, admitir los errores, pensar en los demás, estar dispuesto a aprender de quien sabe más que tú… Es una virtud de cara a los demás. De lo que yo hablo aquí es de la experiencia interna, de la sensación de alivio y de paz que encontramos en la relación con nosotros mismos cuando somos capaces de asumir lo que nos está pasando. Sin luchar con nuestras creencias, sin luchar con nuestra soberbia, poder reconocer la realidad y asumirla. Es lo que hay.
Tengo ansiedad, lo reconozco, lo asumo.
Tenía razón mi prima, lo reconozco, lo asumo.
Me jode que tenga razón mi prima, lo reconozco, lo asumo.
¿Y si no se me pasa? me da miedo que no se me pase, lo reconozco, lo asumo.
Y ahora qué, cómo se hace, no lo sé, bueno pues esto también es lo que hay, no sé qué hacer. Lo reconozco y lo asumo. La vida continúa.
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Éste es el punto de inflexión, la humildad es el punto de inflexión porque, como decía más arriba, cuando nos hacemos conscientes y nos hacemos cargo de nuestros límites y debilidades, se amplía nuestra visión y aumentan nuestras posibilidades reales de recuperar el bienestar.
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Os recomiendo la película, Kung Fu Panda, si no la habéis visto ya.